viernes, 13 de enero de 2012

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Voy. Transcurro a velocidades impensables. Salgo con la oscuridad cubriéndolo todo, y entre sueños entrecortados, vislumbro el amanecer a mi derecha... el paisaje cobra vida en tonos naranjas, con claro-oscuros que fuerzan al máximo mis pupilas. Bendita tecnología que me permite portar en un minúsculo aparato de comunicación, un inmortalizador de instantes. Intento capturarlo. Se me cruza un árbol. Borrar imagen. Nuevo intento. se me cruza una montaña. Ahora tal vez. Entro en un tunel y se vuelve a cubrir todo de oscuridad. Salgo del túnel. Apunto, disparo... lo tengo. Maldita tecnología que por más que lo intente no llega a captar la realidad con la fidelidad que lo hacen mis ojos. ¿transmite esta foto lo mismo que me transmite el amanecer? Me frustro, guardo el dispositivo en mi bolsillo, y giro la cabeza. Oh, sorpresa.... Una luna caprichosa se resiste al imperativo de guardarse cuando sale el sol. Conforme avanzo, la veo bailar sobre un pueblo de montaña, remojarse en un riachuelo sin nombre, coronar un árbol frondoso, acariciar la ondulante cintura de una cadena montañosa... A pesar de su tenaz lucha, se va transparentando, desinflando, cayéndose ante el peso muerto de un cielo azul vivo.

y yo, ay ingenuo e inocente yo, vuelvo a tropezar con la misma piedra e intento infructuosamente capturar lo incapturable, guardar en el engañoso dispositivo con cámara de 5,0 megapíxeles, el recuerdo de este instante fugaz, en el que el día nacía sin dejar de ser noche...

Samurai

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Elucubraciones y Reflejos