martes, 8 de julio de 2014

Y Ana se fué en moto


La enfermedad, la muerte, la lucha, la vida, los amigos en la distancia, los amigos que se fueron o se dejaron ir, aquí y ahora, qué siento, qué me dejo sentir. Estoy triste, triste, confundida y aturdida. Llevo apenas dos meses de conocer que un amigo tiene un cáncer que se lo come, que lo devora por dentro, que se lo zampa, he hablado sólo una vez con él, no se quejó, parecía sereno, asustado pero sereno, dijo que había tenido suerte hasta ese momento, el de saber que tienes cáncer, más bien el momento de saber que tienes un cáncer que no se cura. En estos dos meses he pensado sobre su vida, la vida que yo conozco de él, he pensado en su presente, que me lo imagino, más que saber y he pensado en su futuro, el desgaste, el dolor, su familia, sus últimos días, sus deseos,... Y de repente, vuelves un sábado a casa, después de un agradable paseo y te sorprende una llamada, y el tono de voz ya te hace intuir que la noticia que te va a comunicar no es buena, "A.G. ha muerto", me senté de inmediato en el rebate de un portal. Ana, Ana ha muerto, ¿cómo?. Ni me lo creo todavía, mañana es el funeral, ni me lo creo. Llevaba un año sin ver a Ana en persona, la última vez que la vi fue que ella vino a conocer a mi hijo, nos regaló una manta que a ella alguien le había regalado. Ana, con su pendiente, sólo uno, fumando mucho, muchísimo, con sus pecas, su pelo de leona, su rabia contenida. No sé cómo ha muerto Ana, no estaba enferma, murió en una habitación de un hotel en Almería, había ido a un congreso, no sé nada más. Lo primero que pensé, fue que hubiese muerto en paz, tranquila, con la serenidad con la que nos atendía en su despacho de la universidad. Ana fue mi tutora, mi guía, la que me acompañó por las historias de vida, la que me las presentó, la que puso a mi alcance autoras y autores que han enriquecido mi manera de ver y vivir el mundo, una gran compañera Ana. Alguna vez una de sus compañeras me dijo que ella me "mimaba" mucho por el hecho de yo trabajar fuera de la universidad, qué me alegro de que Ana me diese esos mimos, que me cuidara, después de que nosotras hablamos tanto sobre el cuidado. A mi me gustaba llevarle en Sant Jordi la rosa o el punto de libro que habíamos hecho en clase con los peques, Ana, mi Ana, la Ana de tantas otras alumnas y compañeras. Admiramos tu trabajo, tu manera de mirar el mundo, tu forma de guiarnos, de acompañar nuestros procesos. Ana, hoy y mañana y durante mucho tiempo no podremos evitar llorar cuando pensemos en ti, porqué sufrimos tu ausencia, tu no estar. Muchas gracias Ana, por lo aprendido contigo, por lo compartido, por los quehaceres, por las amas de casa, por el feminismo, por el cuidado. 

Hace apenas unos meses conocía la noticia de la enfermedad de mi amigo, al explicárselo a una de mis mejores amigas, me decía "tenemos un día para nacer y un día para morir", he pensado tanto en la muerte de mi amigo enfermo, el dolor, el cuerpo, el sufrimiento de su madre, de su padre, el vacío de su pareja, el hueco que deja en sus corazones. Ahora Ana, sin nadie pensarlo o intuirlo nos ha dejado, así sin más, se ha ido, sin aviso, así es de frágil la vida, ahora su madre llora a Ana, y su padre y todos los que hemos tenido el placer de conocerla, así es el ciclo, no hay otro modo. Ana y mi amigo que no se conocieron, coincidían en que ambos vivían en Barcelona y se movían en moto. Cuando imagino que mi amigo se va, siempre lo hace en moto, ahora siento que Ana se fué en moto. Agur Ana.

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Elucubraciones y Reflejos